Tomamos un café con el Dr. Marcos Peluffo
Pequeña reseña profesional:
El Doctor Peluffo es médico patólogo consultor , Hospital de Clínicas U.B.A.
Es miembro fundador, ex presidente y honorario nacional de la Sociedad Argentina de Citología. Miembro fundador ,ex presidente y honorario nacional de la Sociedad Argentina de Patología del TGI y colposcopía. Fellow, International Academy of Cytology.
Para ilustrar su entrevista envió varias imágenes, todas ellas retazos de historia.
El Dr. Marcos Peluffo nos recibió en su consultorio, cafecito de por medio, y mantuvimos una charla, tan prolongada e interesante, que se nos hizo tarde a ambos, inmersos como estábamos en una mezcla de historia y anécdotas que merecerían un espacio propio y que involucran personajes como los Dres. Guillermo di Paola, George N. Papanicolaou, Guillermo Terzano y Ernst Ayre.
Este es el resultado de ese grato momento.
Para comenzar destaco algunas frases :
“Como mi maestro Terzano era el hijo (científico) predilecto de G. Papanicolaou, yo me podría definir como su nieto (científico)”.
“Un científico es, ante todo, un intelectual. Por lo tanto, debe ser agnóstico y cuestionar todo”. La definición es de Sartre y la tengo siempre presente: “Un intelectual es alguien fiel a su orden político y social, pero que no deja de cuestionarlo “. Es lo que intento hacer en mi vida profesional.
P: Dr. Peluffo, vamos a comenzar por el principio de su carrera como mèdico citopatólogo, esto es ¿cómo es que usted comenzó a ejercitar la citología?
R: En un principio estaba interesado en la ginecología y también en cirugía. Mi experiencia más importante del pregrado fueron 6 años de practicantado en el Servicio de Guardia del Hospital Fiorito de Avellaneda. El Jefe de mi guardia era el Prof. Luis A. Molmenti, un extraordinario cirujano y anatomista de la escuela de los hermanos Finochietto que solicitó el día domingo fijo para no faltar ni un solo día hábil al Servicio de Cirugía del Hospital Rawson. Con él publiqué 8 trabajos de cirugía general antes de graduarme. Los prácticos de Ginecología los hice en la Sala XIII del Hospital Rivadavia, cuyo Jefe era el Prof. Guillermo di Paola. Allí me contacté con el Dr. Guillermo Terzano “un ginecólogo aburrido de operar fibromas y prolapsos” según la opinión de su jefe que lo envió a los EE.UU. para perfeccionarse en endocrinología. Allí se relacionó con Papanicolaou y se convirtió en su discípulo extranjero predilecto. De regreso al país, Terzano se convirtió en el maestro indiscutido de las primeras generaciones de citólogos argentinos, entre los cuales yo me contaba. Posteriormente, por un acontecimiento político que sacudió al país y desplazó a los grandes jefes de los servicios, el Prof. Guillermo di Paola con su equipo de colaboradores y el Dr. Terzano pasaron del Rivadavia a la 1ª Cátedra de Ginecología del Hospital de Clínicas. En 1959 pude ingresar a ese servicio a través de una beca por concurso para una investigación sobre cito-histoquímica del endometrio y con el compromiso de cumplir tareas full-time en el laboratorio de la Cátedra. A los cuatro años, y por una serie de “causas y azares”, quedé a cargo del laboratorio de citología, cargo que desempeñé durante 40 años. Sigo asistiendo a esa Cátedra, una vez por mes, para colaborar en la docencia de los alumnos.
Durante mis años en el laboratorio de Patología Ginecológica cuyo Jefe era el Prof. Rodolfo Sammartino, dividía mis tiempos entre la citología y el aprendizaje de la anatomía patológica, y así fue como obtuve mi titulo de especialista.
P: ¿Cómo era considerada la citología por esos tiempos?
R: En un principio los patólogos desconocieron a la onco-citología ginecológica por considerarla una técnica menor, más propia de una tecnicatura que de la especialidad. El Dr. Terzano intentó incorporar la incipiente citología en la Sociedad de Patología, sin éxito, por lo que se creó una Sociedad de Citología independiente, en cuya reunión inaugural estuve presente y en la cual Terzano fue designado, por unanimidad, primer Presidente.
La formación y experiencia en citología ginecológica es diferente a la experiencia en histopatología. Los patólogos tradicionalistas del siglo pasado, por desconocimiento, no la valorizaron, hasta que las nuevas generaciones, en otras condiciones, la revalorizaron, al descubrir la “dimensión poblacional” del screening cito-oncológico que hizo ingresar a la Patología y a la Ginecología, hasta ese momento especialidades puramente asistenciales, al universo preventivo.
P: Escuchando su relato se me ocurre pensar que su interés original estaba más inclinado hacia el lado de otra especialidad, y que esto fue cambiando llevado por circunstancias, por tanto la siguiente pregunta: Y hoy, mirando hacia atrás, está conforme con la evolución que tomó su actividad médica?
R: Los cambios de especialidad en los primeros años de la carrera médica son comunes y no deben sorprender. El recién graduado se orienta, en general, según las oportunidades que se le aparecen o que le son ofrecidas. El ofrecimiento de Terzano para ser su colaborador en el laboratorio de la 1ª Cátedra de Ginecología del Hospital de Clínicas fue para mí honroso. No dudé en aceptar y esa decisión marcó mi futuro profesional. Lo único que lamento es no haber podido seguir su consejo de ingresar como residente de Patología al Massachusett´s General Hospital de Boston, pero eso me obligaría a hablar mal de compatriotas que actuaron en ese servicio y desprestigiaron el país. No sólo estoy muy conforme de haber permanecido en la Argentina, sino que siempre me sentiré honrado por haber pertenecido a la célebre escuela ginecológica del Prof. Guillermo di Paola, y anatomopatológica del Prof. Rodolfo Sammartino. Fueron 40 años ininterrumpidos de trabajo disciplinado bajo la orientación de maestros cultivados espiritualmente y eruditos en Ciencia. Gracias a esa influencia pude desarrollar la especialidad con una orientación humanística y antropológica.
El ejemplo recibido me impulsó a la docencia libre y en el Laboratorio a mi cargo se formaron innumerables médicos y citotécnicos que difundieron el método en el país y también en los países limítrofes. En la década de 1960 los citólogos que iniciaron la especialidad en varias provincias se especializaron en mi laboratorio. Y en la década de 1970, por mi iniciativa, la Sociedad Argentina de Citología y el Instituto Papanicolaou invitaron al Prof. Alexander Meisels, secretario de la Academia Internacional de Citología, el citopatólogo más célebre de la época y el descubridor del condiloma plano HPV, a dictar varios cursos prácticos de la especialidad, que revolucionaron el ambiente local y prestigiaron definitivamente la citopatología nacional.
En la misma época, me tocó presidir las Sociedades Argentina de Citología y de Patología del TGI y Colposcopia y, en 1987, fui el primer hispanohablante en recibir el Premio Goldblatt de la Academia Internacional de Citología, que se otorga a las personas que hayan contribuido en forma destacada al progreso de la especialidad
P: ¿En la actualidad a qué se dedica?
R: En Buenos Aires fui fundador y actualmente soy co-director del Instituto Papanicolaou, que se dedica a la cito-patología ginecológica y a las técnicas moleculares de diagnóstico.
P: Hablando de nuevas técnicas de diagnóstico, ¿qué opinión le merecen las técnicas de biología molecular?
R: Son progresos tecnológícos que “industrializan” la detección y el diagnóstico, y transfieren esa responsabilidad a la industria que fabrica la tecnología. No es poca cosa, si se tiene en cuenta que el costo indemnizatorio de un falso negativo de cáncer, en EE.UU., es de U$S 15 millones, y esos pleitos están fuera de control.
P: ¿Cuantos libros ha escrito?
R: Tres son de mi autoría: “Revoluciones Conceptuales en Patología Cervical”, que va por la 3ª edición; “Teoría viral del cáncer cervical, objeciones”, que fue publicado en México el año pasado, y otro con temática no convencional en medicina, editado como audiolibro en 2003, subtitulado “El costo de la corrupción sistémica supera la deuda pública”.
Es un análisis de la corrupción argentina en metáfora médica, inspirado en Juan Bautista Alberdi, un cultor de dicha metáfora en sus escritos económicos. Este último libro fue prologado por el periodista y escritor que más admiro, James Neilson que, ni bien se enteró de mi especialidad, me sugirió el título definitvo: “Patología de la Crisis Argentina”. En el 40º Congreso Argentino de Patología en Rosario, 2004, presenté un resumen ilustrado en Power Point del libro, en el Programa.
Además, intervine como autor de capítulos sobre Patología Ginecológica en otros cinco libros publicados en Barcelona, Santiago de Chile y Buenos Aires.
Y también debo destacar cinco ensayos publicados en revistas científicas y culturales de Argentina, Brasil y México:
“La Metáfora médica de la Malignidad”,
“Filicidio y Cultura”, inspirado en la tragedia de Cromagnon y un homenaje al médico psicoanalista Arnaldo Rascovsky ,
“Los mecanismos homicidas de la Cultura”,
“Vigencia de Drácula, el vampiro hematófago”, inspirado en la saga “Crepúsculo”, y
“El insoluble conflicto médico-legal en los EE. UU.”, un análisis de la monumental “Industria del Juicio” que ha generado la Medicina más cara, ultradefensiva e inequitativa del mundo.
P: ¿Qué le gusta leer?
R: Prefiero el ensayo y mi autor preferido es Octavio Paz. Mi mayor duelo intelectual fue enterarme del incendio de su monumental biblioteca, lo que precipitó su muerte.
P: ¿Un libro de cabecera?
R: El ensayo “El ogro filantrópico” de Octavio Paz. Lo leí hace 30 años y vuelvo a él constantemente. La metáfora del título es impactante y está ilustrada en la tapa como el Dios Saturno devorando a sus propios hijos: así se refiere Paz al Estado moderno.
En Ciencia, “La Estructura de las Revoluciones Científicas”, la obra cumbre de Thomas S. Kuhn, filósofo estadounidense formado en Harvard, una de las mentalidades más poderosas e influyentes del siglo XX, que revolucionó las teorías del conocimiento e inspiró mi libro “Revoluciones Conceptuales en Patología Cervical”.
P: ¿En cuanto a música?
R: Actualmente, ingresado en la absorbente “veta literaria” confieso y lamento que no me queda tiempo para profundizar el universo musical.
P: ¿Practica algún deporte?
R: Antes de ingresar a la Universidad, fui rugbier en C.U.B.A. durante 10 años, hice remo en el Bs. As. Rowing Club y me entrené en atletismo, como corredor de medio fondo, en el Club San Lorenzo de Almagro, estimulado por uno de mis profesores del Colegio Nacional Buenos Aires.
P: Le gusta el futbol, es hincha de algún club?
R: Me desilusioné hace tiempo del fútbol profesional porque coincido con Juan José Sebreli en su visión negativa. Es un espectáculo, cada vez más corrompido y violento, que los políticos utilizan como circo romano para “opio del pueblo para todos”. Llamar a eso “deporte”, para mí, es un contrasentido.
P: ¿Le gusta viajar?
R: En mi habitación, con la imaginación, es más cómodo y seguro. No olvido la famosa respuesta de aquel santiagueño que volvió de dar la vuelta al mundo: “casas más, casas menos, igualito que Santiago !”. En el refranero español se dice algo equivalente “Conoce tu aldea y conocerás el mundo”.
P: ¿Algún lugar en el mundo?
R: Me sentí como en mi casa en dos lugares, en España y en Latino América en general, especialmente en aquellos países que más he visitado: Brasil, México, Chile y Uruguay.
P: ¿Y en nuestro país?
R: Mi familia estuvo muy vinculada en la provincia de Santa Fe, donde mi padre fue juez de Paz en la ciudad de Vera, cerca de Reconquista. Luego vivimos en la ciudad de Santa Fé, donde él fue diputado y luego Ministro de educación, en la época de Lisandro de la Torre y el gobierno demoprogresista provincial del Dr. Luciano Molinas.
P: ¿Qué tareas caseras prefiere?
R: Me puedo considerar un asador vocacional semi-profesional: he hecho asados para 50 personas, dándole a cada uno la carne al punto que desea (con un solo ayudante fogonero). Si me falta la parrilla a carbón, me resigno con el horno. También me salen bien los guisos, carbonadas y locros, que los preparo con días de anticipación, como buen obsesivo, para no olvidarme de nada. Pero también encuentro placer en lavar la vajilla y organizar y tirar la basura, siempre que cocino. Eso de ser un chef en las alturas, tan refinado que no puede “ensuciarse”, me recuerda a los nobles que eran lavados, bañados, vestidos y alimentados por sirvientes, y terminaron guillotinados.
P: Y su vida familiar?
R: Estoy orgulloso y me emociono al decirlo, de mis seis hijos y de mis cinco nietos. Tres de mis hijos están radicados en el exterior hace muchos años. Todos son buenas personas que disfrutan y hacen muy bien sus respectivos trabajos.
P: ¿Algúna anécdota de su vida profesional?
R: Hay una de contenido trágico, que cambió mi vida profesional y que merece ser escrita, ahora que han desaparecido sus protagonistas. A fines de la década de 1950, en EE.UU., el personaje citológico más importante después de Papanicolaou era Ernst Ayre, el inventor de la espátula de madera que lleva su nombre, el dispositivo ginecológico más utilizado después del espéculo. Ayre era Jefe de Ginecología en el Royal Victoria Hospital de la Univ. de McGill en Montréal, Canada. Fue uno de los primeros discípulos de Papanicolaou y se convirtió en el más destacado de ellos por su escuela ginecológica, su jerarquía de investigador y su talento científico anticipatorio. Descubrió las “halo cells” (actuales coilocitos) y las incluyó en el llamado “precancer cell complex” en 1949, y sugirió su etiología viral en una publicación del año 1960. Su prestigio era tan grande que la American Cancer Society (ACS) lo contrató, en 1957, para dirigir y organizar un Centro provincial de citología con su nombre en Miami, Florida, en un edificio nuevo, proyectado y edificado por dicha Sociedad para ese propósito. Hasta que sucede lo impensable. Comienzan a ingresar, en los tribunales de Miami, demandas contra Ayre y su equipo, acusados de “inventar” citodiagnósticos sospechosos o clase III, en asociación ilícita con ginecólogos, para cometer histerectomías innecesarias. Cuando la ola de pleitos se hace imparable, la ACS exonera a Ayre, borra su nombre del Instituto y solicita su intervención. El interventor debía ser un intachable y la persona seleccionada fue Papanicolaou. El gran maestro indiscutido aceptó, pero impuso una condición: que lo acompañara, como Director Asociado, su discípulo extranjero predilecto, el Dr. Guillermo Terzano, mi maestro. Terzano esta vez no pudo negarse y partió a los EE.UU. donde acompañó a Papanicolaou hasta su muerte, unos años más tarde. El resultado de toda esta insólita movida fue que yo, con sólo 3 años de antigüedad en la Cátedra de Ginecología, quedara a cargo del Laboratorio de Citología donde me mantuve durante 40 años. A Ayre lo vimos por última vez en Bs. As., en 1964, en el Congreso Argentino de Obstetricia y Ginecología. Estaba físicamente destruido, al pie de un stand comercial repartiendo, como si fuera un visitador médico, las píldoras anticonceptivas que recién aparecían. Murió unos años más tarde, por una cirrosis etílica. Dicen algunos, que la tragedia de su vida es la metáfora de la Citología estadounidense.
Y más que otra anécdota, le comento un hecho interesante de la realidad local. Los especialistas extranjeros que nos visitaban, se sorprendían de la difusión y el conocimiento que las mujeres del cono Sur americano tenían del Papanicolaou y de la Colposcopía, hecho no habitual en el hemisferio Norte y, por lo tanto, paradojal. El análisis sociológico de la paradoja descubre que la sorprendente popularidad del “Pap y Colpo” en este “lejano Occidente” se debe al destino de tres mujeres argentinas idolatradas por el pueblo, pertenecientes a la política y al espectáculo: “Evita” Perón (política), Tita Merello (actriz) y Rosanna Falasca (cantante), que padecieron carcinomas del TGI, con suerte dispar. Ellas marcaron en forma indeleble el imaginario colectivo regional femenino (y masculino). En 1952, Evita, “la abanderada de los humildes”, fallece a los 33 años, en el apogeo de su juventud y popularidad, por un carcinoma cervical avanzado. Su desaparición enfrentó por primera vez a las mujeres argentinas de todas las clases sociales con la tragedia del cáncer uterino. En 1970, a Tita Merello (1902-2002) una legendaria actriz y cantante popular llamada “la mujer tango” y “la Piaf de Bs. As.”, se le diagnostica un carcinoma in situ vaginal detectado por el Pap que es tratado en el Hospital de Clínicas de la UBA y se cura. La Merello brilló por décadas en TV y en la radio, donde popularizó una frase imperativa: “Muchacha: ¡hacéte el Papanicolau!”. Y, en 1980, una cantante popular en meteórico ascenso, Rosanna Falasca, considerada “la belleza y la voz sobrenatural del tango”, muere repentinamente, a los 29 años, por un carcinoma cervical complicado por una poliserositis aguda abdominal, pleural y pericárdica con taponamiento cardíaco. Inmediatamente a su muerte se propagó por todo el país el rumor de que Rosanna había fallecido “porque no le hicieron Colposcopia”. La vida y la muerte de estas tres mujeres argentinas, cuya extraordinaria popularidad se extendió a todos los países limítrofes, explican sobradamente la notable difusión regional del Pap y de la Colpo, que tanto intrigaba a nuestros visitantes.
P: Una última reflexión que quiera compartir con nosotros:
R: A los alumnos de pregrado (formados en la era de la PC y los videojuegos) y que, por lo tanto, se han acostumbrado a razonar por asociación de imágenes, intento transmitirles que el razonamiento verdadero se basa en la asociación de ideas, para lo cual es necesario leer mucho, pensar profundamente y hacer reflexión crítica.
A los colegas, les repito que en ciencia no hay dogmas y todo es discutible. Por lo tanto, deben ser agnósticos, reflexionar críticamente y así elaborar su síntesis personal.
Y a la Sociedad Argentina de Citología y a Ud. Dra. Elffman, que me han privilegiado con esta entrevista emocionante por tantas referencias íntimas, mi mayor reconocimiento.
Foto 1: El invento de la espátula de madera de Ayre, publicado en 1947, hace 64 años.
Foto 4: Foto ampliada de las primeras filas del Primer Curso Práctico de Citología que organizó Papanicolaou en Cornell Medical Center, NY, año 1947. Tuvo 70 participantes, de los cuales 45 eran patólogos. La primera fila está ocupada por la plana mayor del Curso (Staff). El único extranjero es el médico argentino Guillermo Terzano.